Lo he intentado de mil maneras, pero sigo sin encontrarle utilidad real a un anillo inteligente. Prefiero de lejos mi smartwatch

Mi reloj inteligente sigue dándome muchas más posibilidades que mi smart ring

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Noelia Hontoria

Editora

Después del boom de las pulseras deportivas y los smartwatches, los anillos inteligentes prometían ser el siguiente hito en el mundo de los dispositivos conectados. Nada más lejos de la realidad: a pesar de que llevan ya varios años en el mercado, para muchas personas todavía son algo absolutamente desconocido.

Esta paradoja es una buena demostración de que los anillos inteligentes o smart rings no logran encontrar su espacio en un mercado que prometía recibirles con los brazos abiertos. A estas alturas, pocos fabricantes han lanzado sus propios modelos y los que lo han hecho se han topado con carencias casi injustificables en sus funcionalidades.

Yo misma tengo desde hace unos meses un anillo inteligente que estrené con una gran ilusión, pero que al poco tiempo un día guardé en el cajón y no ha vuelto a salir de allí. El motivo: no me aportaba nada nuevo.

No me quito mi reloj, pero hace meses que no uso mi anillo inteligente

Como las teles 3D o los móviles modulares, a lo largo de la historia de la tecnología hemos vivido la llegada de novedades que parecía que lo iban a petar pero que finalmente quedaron en el olvido.

El usuario decide y en un mundo en el que cada vez tenemos más y mejores opciones, lo cierto es que los productos más innovadores no siempre son tan bien recibidos como cabría esperar. En los anillos inteligentes encontramos una nueva categoría que pintaba muy bien, pero que en la práctica no termina de calar entre las masas.

Anillo Inteligente

Creo que una de las razones es que, de momento, pocos fabricantes han lanzado su propio anillo. Apenas se han sumado a la fiesta OURA, Amazfit, Samsung, Ringconn y un puñado de marcas chinas desconocidas. El continuo retraso del anillo de Apple, junto con la escasez de modelos disponibles a estas alturas del partido, también delata el pulso de los smart rings.

En mi caso, mi anillo inteligente no me ofrece nada que no haga ya el reloj y lo que es peor: se queda mucho más corto de funciones. Porque lo que no se ha explicado bien es que, de momento, el anillo inteligente está más enfocado a la monitorización de la salud que a la de la actividad física.

No me sirve para hacer deporte (o al menos no al nivel de otros wearables) y aunque sí que me ayuda con todo el tema de la recuperación física post-entreno o con la monitorización del sueño, no me parece útil estar cambiándome de dispositivo y utilizar diferentes productos en función del momento del día.

Además, los sensores incorporados en los relojes inteligentes cada vez son más precisos y avanzados y en este terreno siguen comiéndole la tostada a los anillos.  Tiene lógica: además de ser una categoría de producto con mucho más bagaje a sus espaldas, también disponen de un mayor espacio.

En mi caso, mi anillo inteligente está acumulando polvo en el cajón a pesar de la ilusión con la que lo recibí en un primer momento. Sonaba muy bien para seguir monitorizando mi salud en esos días en los que me apetece usar un reloj no conectado y también como una alternativa más cómoda para dormir. Son los dos objetivos que sí logró cumplir, pero finalmente todas sus carencias pesaron más en mi balanza.

El segmento de los smart rings necesita dar un paso adelante para poder convivir con los relojes inteligentes. La idea es muy buena, pero no puedo evitar sentir que la mayor parte del tiempo son un “quiero y no puedo”.

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